TODO SOBRE MI SASTRE

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Es la pregunta que más me han hecho este año en redes, en chats públicos y privados y por supuesto cuando me ven enfundado en un traje suyo: ¿Quién es tu sastre? 
Podré tener mil tiendas que me encantan, a mis fieles camiseros de MIRTO que amo❤️, podré perderme en Serrano52 en busca de cashmere de Cruciani o liarla como me gusta en ZARA (que siempre es un ejercicio de frescor para tu armario 100% sano); pero siempre hay un lugar de anclaje⚓️ al que volver, donde están las bases de todo, donde me entienden perfectamente y donde, en medio del silencio que impera en esta sastrería, mis dudas son despejadas y mis deseos se hacen prendas
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Ese lugar es el taller de mi sastre: Daniel Sánchez Caro, en Monte Esquinza 46, un oasis donde los caballeros acuden en busca de un asidero estético y de respuestas que, por encima de las modas, fascinen a sus espejos y a todos aquellos que interactúan y contemplan en un momento dado uno de estos trajes producto de esta factoría artesana ✨✨
Por encima de las modas, afortunadamente, está Sánchez Caro y por encima de esos perfiles virales y digitales de sastres acaecidos al amparo de las fatigosas Redes Sociales, los medios, el Street Style de Pitti Uomo, las entrevistas, etc… que resultan por hacerlos omnipresentes, tediosos protagonistas de photocall cargados de un humo  que sobrevuela a sus clientes o sus trajes. 
De hecho he meditado mucho si hacer este post porque miedo me da que mis “Deliplus” y otras marcas blancas mías llamen a esta puerta para trinchar un pavo que aún permanece intacto y que somos una inmensa minoría los que tenemos la suerte de disfrutarlo. Por eso ir a verlo es desconectar, volver a empezar desde una confianza ciega y sobre todo es tener la posibilidad de construir piezas que no te puedas quitar porque llegan a ser parte de ti. 
 
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Esta es una de las claves de Sánchez Caro, miembro en activo del Club de Sastres de España, que cultiva la privacidad hasta la hora de elegir el lugar donde estar en Madrid y así me lo cuenta Daniel para Josie´s Journal: “Mis clientes se conocen y a veces coinciden, se saludan con mucha discreción y les gusta a veces pedirse opinión cuando ven los trajes en el taller a medio hacer o esperando para ser probados… Es distinto a encontrarse en una tienda en una calle comercial, porque aquí todo es más íntimo, por eso a mí no me gusta estar en una calle transitada ni en la parte más visible de Monte Esquinza, sino apartado al final (más residencial) porque me gusta que los clientes vengan a mi casa y se encuentren como en su casa, aunque no llego al punto de ofrecerles un whisky porque nada les distrae del reclamo que es ver los tejidos y repensar qué quieren, etc…”
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Y es que aquí hay que pensar y detenerse, volver a ser lentos y atravesar un proceso de mínimo tres pruebas y entrar en una era que dista de la “Ligereza” que vivimos, esa de la que habla Lipovetsky en su último libro y esa a la que pertenecen otro tipo de sastres Prêt-à-porter e infinitamente más mediáticos que el mío y que ocupan puestos de influencer por ser apuestos o se cuelan en listas de elegantes en un mundo en que la mayoría piensa (equivocada) que Jon Kortajarena es más elegante que Paco Umbral (más guapo fijo pero más elegante no)
Aquí te dan la bienvenida a un limbo artesanal, donde no hay colecciones, ni muestrario de trajes para que se los ponga el actor X para asistir a una entrega de premios✨✨. Tampoco hay tendencias cada X meses porque todo lo que fluye aquí son ideas en la cabeza de un cliente que llama a su puerta. 
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Precisamente, hace unos meses volví a este precioso edificio que linda con el Palacio del Duque de Plasencia y llamé a su puerta para hacerle un encargo: un traje cruzado de ocho botones inspirado en el retrato que Patrick Lichfield hizo a uno de mis villanos favoritos de la historia de los elegantes de España: Jaime de Mesia, que es uno de esos caballeros de dudosa honorabilidad que hoy, en la era de lo políticamente correcto, no saldría en esas listas de elegantes cero fiables que elaboran algunas revistas masculinas perezón o periódicos con miedo a una estampida de anunciantes si citan a elegantes villanos como Luis Barcenas o a algunos de perfil bajo como el marqués de Tamarón, al que el publico mayoritario no conoce y podrían establecer desconexión con los lectores o algo peor aún como un “unfollow”… ¡Imaginaos el horror!
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Menos mal que Sánchez Caro me entendió perfectamente y aceptó esta referencia que consideró raséeeeeeeeeeeeee desde el minuto cero. Pero también tuvo que ser franco: “Tienes que ser consciente de que Jaime de Mesia era más alto que tú, por eso hay que maniobrar bien en la distancia de los ocho botones para que te hagan esbelto” Y eso que yo soy un palo y es fácil disimular temas así, cuando Daniel se enfrenta cada día a morfologías corporales complicadas de las que sale airoso gracias a un equipo de cortadoras, sastres y del maestro José Alonso Romero que componen la tripulación de una sastrería que va como la seda…
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Otro punto a tener en cuenta era la tela. No podía ser un Tweed grueso como el del traje de Jaime de Mesia, sino algo más cambio climático y nocturno, que es lo que me apetecía. Por eso miramos en los catálogos que oferta y que reúnen a los mejores fabricantes del mundo, entre ellos Loro Piana que fue la elección final y que siempre suele ser lo que más me gusta. Para ello salimos fuera del taller a contemplar la tela con luz de día y en cada una de las tres pruebas dimos una vuelta con el traje puesto a medio hacer, para divagar y dejar que Javier López nos hiciera estas fotos que ilustrasen un post que me ha costado escribir por ser revelador de un dato que jamás suelo confiar a los cuatro vientos, pero que por si me estrello rumbo a Cuba  aquí os lo tenéis en Josie’s Journal.
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Como todo lo exclusivo, es algo que no es recomendable a una mayoría porque cada uno sabe las matemáticas mensuales de cada vida particular. Las de Daniel pasan por 15 trajes mínimo para poder sacar adelante este negocio que tanto tiene de romántico, de maravilloso, de verdadero y antagónico respecto al mundo de hoy. Lo único que sí quiero dejar claro es que quien pueda permitírselo, encargue un traje artesanal de verdad (no de esos Prêt-à-porter que tienen la desfachatez de etiquetarse como “Bespoque… ⚠️CUIDADO CON ESTO⚠️),una vez en la vida para que pueda discernir entre un traje rápido y un traje lento igual que distinguimos entre un dentista bueno y Vital Dent o un Jabugo versus Culatello… No hay color, ni hay experiencia vistiendo más solemne que la que se vive en un sastre de verdad. Ojalá en 2017 podamos hacernos un par de trajes  todos porque todo sea vivir, vestir, ostentar y mantener negocios tan mágicos como este.
 
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Fotógrafo: Javier López