Salí de Bikram 🔥 el sábado y recibí la triste llamada de Bea (Beatriz Moreno de la Cova, directora de Moda de Harper’s BAZAAR), esa amiga con la que tanto he compartido admiración por Alaïa, por esos vestidos tan bien hechos, que tan bien le sientan a ella, y por una figura única dentro de este sistema Moda y que el sábado demostró hasta qué punto lo respetaba y quería.
“París nunca será igual…”, me decía una melancólica interlocutora que tan solo hacía un mes departía emocionada con Azzedine Alaïa en la famosa cocina de su showroom por la que todas las celebrities de verdad de las ultimas tres décadas han pasado.
Recuerdo que en nuestros años mozos, Bea se compró un Alaïa 👗 (con todo el morbo que daba llevar un vestido firmado por una leyenda viva) maravilloso, color hueso raséeeeeeeeeeeeeee que dibujaba su silueta con ese punto estrecho-sepsi tan característico. Torneaba el busto protuberante que aún conserva y ceñía su cintura de insecto palo y ahora de avispa 🐝 , dejando ver sus piernas con gemelo interminable de amazona🏇🏻. Amábamos aquel Alaïa que curiosamente se perdió en una mudanza o en un tinte o vete tú a saber después de tantas juergas de entonces. El caso es que lo lloramos y añoramos muchísimo preguntándonos dónde c*ñ* estaría el dichoso Alaïa o quién lo podría haber robado…
Esa sensación exacta es la que sentimos en aquella llamada el pasado sábado: ¿Dónde va a parar un genio de su talla?, ¿Qué pasa ahora tras su pérdida con su casa de modas?, ¿Es posible que continúe tan herméticamente cerrada al Sistema Fashion y con un perfil tan sumamente molón por bajo y misterioso? Y sobre todo sentí que entre tanto low cost, tanta fanfarria circense en la moda de hoy y ese punto teatral que ha vuelto envuelto en un mal gusto tan preocupante como apetecible; necesitamos un asidero y una especie de desintoxicación viva de todo eso que vemos puesto a la gente y nos divierte porque sabemos que aún existe ahí, creándose en París, algo tan bello y perfecto como es cualquier Alaïa ❤️👗
Ahora que se ha ido este hombre tímido, con físico de Oompa Loompa y sonrisa tierna, pocos quedan que puedan tapar ese hueco 🕳y nos permitan limpiarnos el ojo tras esos atracones alucinantes de locura (desgraciadamente mal hecha) que nos da la moda a veces la moda contemporánea…
Hizo lo que le daba la gana con una carrera en las Bellas Artes que empezó como escultor y que poco quiso tener que ver con las -a su juicio- tediosas normas que impone el Fashion System: presentaba colección cuando todo estaba listo, a fuego lento, siempre en función de las buenas ideas y sin pensar en cantidades por encima de calidades, ni en rebajas, sin crear un personaje para la prensa o los fans o lanzar un perfume rentable a toda costa.
Me recuerda a Balenciaga su perfil bajo y esa forma de quedarse con los medios a base de imponer su propio calendario, sus propias normas con un punto mágico de desdén en forma de silencio. Y Vionnet me viene la cabeza cuando visualizo a Alaïa, porque ambos crean un modo distinto de inventar su empresa alejada de patrones establecidos y casos de éxito, y porque ambos persiguen ese corte impecable que el franco-tunecino pudo estudiar exhaustivamente cuando desmontó y restauró los modelos que la creadora del corte al biés cedió en 1986 para crear el Musée de la Mode et du Textile.
Precisamente a ese espíritu integro, perfeccionista e independiente, que no necesitaba de celebridades (más bien eran ellas quienes lo necesitaban…) ni de seguidores en Instagram para ser inmenso, se refería la diseñadora Elena Benarroch el sábado pasado. Ella es otra de esas amigas que tanto me supo transmitir la forma que Alaïa tenía de estar en el mundo y que tanto me recuerda al de ella por origen y por compartir ambos esa cosmología en torno a una cocina llena de amigos: “Conocí a Azzedine a principio de los 80 cuando recorría los showrooms de Milán y Paris buscando cosas bonitas para mi tienda. El era lo contrario de todos los demás, se saltó todas las reglas y hacía desfiles cuando le apetecía sin someterse a la disciplina de las fechas… En su casa/showroom en Le Marais en Paris, ir a comprar una colección quería decir ir a comer un delicioso Cuscús en su cocina. No era trabajar únicamente como en los otros, siempre se asociaba a la amistad y el disfrute de ese rato. Eso lo convertía en un ser cariñoso y hospitalario que se hacía querer por todos los que le conocimos. Me gustó siempre esa rebeldía y esa manera de ser porque me resultaba familiar… Yo hacía lo mismo”
Mas allá de “Fuera de Onda” en mi adolescencia seca de información de moda instantánea📲 (no sabéis la suerte que tenéis hoy…) no sonaba en España así como así el nombre de Alaïa. Podía haberlo visto en el Interview de Warhol, en algún reportaje del TELVA de Covadonga O´Shea o en imágenes de su desfile para el invierno del 92; en el que te das cuenta hoy de lo moderno que era porque todos esos looks impecablemente acabados hoy siguen siendo la bomba. Pero tuve que ver mi primer Alaïa donde realmente un diseñador se la juega: en el burro de una multimarcas. Recuerdo que era en la calle Lagasca y era asombroso aquel tacto mullido de esa lycra tan estrecha con falda de vuelo dibujando ondas rígidas… Las mismas que años después (ya trabajando), contemplé puestas en Barbara Martelo, otra amiga y compañera de fatigas fashion que era clienta fija, admiradora y a la que siempre asocio con esta casa porque es muy ella y porque cuando lo lleva dibuja una silueta total. El fatídico sábado pasado, chateando, recordaba anécdotas mágicas como esta:
“Siempre era encantador , te miraba de arriba abajo con cariño y siempre te soltaba un piropo… Una vez me compre un vestido y no me convencía el largo. Le dije a Catherine, que lleva toda la vida en la boutique, que lo quería hacer mucho mas corto y me miro como si estuviese proponiendo un sacrilegio… Finalmente apareció el Señor Alaïa y me dejo hacerlo sin problemas, me dijo que había tenido muy buena idea y que él lo iba a hacer de ese largo también. Era un gusto siempre que hacia shoppings para editoriales ir en persona al showroom para contemplarlo modelar los vestidos sobre el maniquí.”
Y es que esos vestidos ❤️👗 increíblemente bien hechos, serán el mayor recuerdo y la mejor seña de identidad de un estilo propio, que más alládel sexy o el “Dress to kill” era de una belleza escultórica que puedes contemplar en las imágenes que ilustran este post (pertenecientes a la retrospectiva “Azzedine Alaïa, Soft Sculpture” que hace dos años le dedicó la Galería Borghese en Roma) o en el recuerdo de otro amigo con el que comparto amor por las revistas, el diseñador de complementos Eric Gallais:
“Todo en AlaÏa era perfecto, no había ni un detalle falso, los colores, tejidos, perforados todo era bello. De una sencilla camisa blanca hasta un deslumbrante vestido de James Bond girl… Sin un ápice de vulgaridad. Mi primera emoción con Alaïa era en el principio de los 80 (84, creo) de ver un tres cuartos de cocodrilo sin forrar que parecía hecho de una seda sensual. Todas han pasado entre sus manos Linda, Stephanie, Naomi, Madonna, Grace, Tina, Jessye, Gaga o Rihanna. Todos los fotografiaron: Goude, Demarchelier, Lindbergh, Roversi, Moon, Ritts, Weber. O lo ilustraron: Berthoud, Mats, Failly o Perez.
Lo he encontrado distintas veces en Paris, muy simpático, yo siempre un poco tímido delante de este gigante de la Moda, delante de este genio que me ha hecho amar la Moda (con Mugler y Saint Laurent), y lui siempre sonriente y humilde…
Se ha ido… se queda su obra atemporal, monumental. Se ha ido y con él su magnifica sonrisa…
Au revoir…”
Imágenes: Gabriel Bouys/GettyImages